Orientaciones educativas sobre el amor humano - 1/11/1983 -
Pautas de educación sexual
Sagrada
Congregación para la educación católica
INTRODUCCIÓN
1. El desarrollo armónico de la
personalidad humana revela progresivamente en el hombre la imagen de hijo de
Dios. "La verdadera educación se propone la formación de la persona humana en
orden a su fin último" (1) . Tratando de la educación cristiana, el Concilio
Vaticano II ha señalado la necesidad de ofrecer "una positiva y prudente
educación sexual" a los niños y a los jóvenes (2) . La Congregación para la Educación
Católica, dentro del ámbito de su competencia, considera un deber contribuir a
la aplicación de la Declaración Conciliar, así como lo vienen haciendo las
Conferencias Episcopales en sus demarcaciones
respectivas.
2. Este documento, elaborado con la ayuda
de expertos en problemas educativos y sometido a una vasta consulta, se propone
un objetivo concreto: examinar el aspecto pedagógico de la educación indicando
orientaciones oportunas para la formación integral del cristiano, según la
vocación de cada uno.
Aunque no se descienda en cada ocasión a
la cita explícita, se presuponen siempre los principios doctrinales y las normas
morales correspondientes, según el Magisterio.
3. La Congregación es muy consciente de
las diferencias culturales y sociales existentes en los diversos países. Por
tanto, estas orientaciones deberán ser adaptadas por los respectivos episcopados
a las necesidades propias de cada Iglesia local.
Significado de la
sexualidad
4. La sexualidad es un elemento básico de
la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los
otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. Por eso, es parte integrante
del desarrollo de la personalidad y de su proceso educativo: "A la verdad en el
sexo radican las notas características que constituyen a las personas como
hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así
mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad" (3)
.
5. La sexualidad caracteriza al hombre y
a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y
espiritual con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones. Esta
diversidad, aneja a la complementariedad de los dos sexos, responde
cumplidamente al diseño de Dios en la vocación enderezada a cada
uno.
La genitalidad, orientada a la
procreación, es la expresión máxima, en el plano físico, de la comunión de amor
de los cónyuges. Arrancada de este contexto de don recíproco -realidad que el
cristiano vive sostenido y enriquecido de una manera muy especial, por la gracia
de Dios- la genitalidad pierde su significado, cede al egoísmo individual y pasa
a ser un desorden moral (4) .
6. La sexualidad orientada, elevada e
integrada por el amor adquiere verdadera calidad humana. En el cuadro del
desarrollo biológico y psíquico, crece armónicamente y sólo se realiza en
sentido pleno con la conquista de la madurez afectiva que se manifiesta en el
amor desinteresado y en la total donación de sí.
Situación
actual
7. Se pueden observar actualmente, aun
entre cristianos, notables divergencias respecto a la educación sexual. En el
clima presente de desorientación moral amaga el peligro tanto del conformismo
que acarrea no leves daños, como el prejuicio que falsea la íntima naturaleza
del ser humano salida íntegra de las manos del
Creador.
8. Reactivo necesario frente a tal
situación, es para muchos una oportuna educación sexual. Conviene observar que
si bien la necesidad es una convicción ampliamente difundida en teoría, en la
práctica persisten incertidumbres y divergencias notables sea respecto a las
personas e instituciones que deberían asumir la responsabilidad educativa, sea
en relación al contenido y metodología.
9. Los educadores y los padres reconocen
con frecuencia no estar suficientemente preparados para llevar a cabo una
adecuada educación sexual. La escuela no siempre está capacitada para ofrecer
una visión integral del tema; la cual quedaría incompleta con la sola
información científica.
10. Particulares dificultades se
encuentran en países donde la urgencia del problema no se advierte o se piensa,
tal vez, que pueda resolverse por sí mismo, al margen de una educación
específica.
11. En general, es necesario reconocer
que se trata de una empresa difícil por la complejidad de los diversos elementos
(fisiológicos, psicológicos, pedagógicos, socioculturales, jurídicos, morales y
religiosos) que intervienen en la acción educativa.
12. Algunos organismos católicos, en
diversas partes -con la aprobación y el estímulo del Episcopado local-, han
comenzado a desarrollar una positiva tarea de educación sexual, dirigida no sólo
a ayudar a los niños y adolescentes en el camino hacia la madurez psicológica y
espiritual, sino también, y sobre todo, a prevenirlos contra los peligros
provenientes de la ignorancia y degradación
ambientales.
13. Es también laudable el esfuerzo de
cuantos, con seriedad científica, estudian el problema, a partir de las ciencias
humanas integrando los resultados de tales investigaciones en un proyecto
conforme a las exigencias de la dignidad humana, como aparece en el
Evangelio.
Declaraciones del
Magisterio
14. Las declaraciones del Magisterio
sobre educación sexual reflejan un progreso que responde a las justas exigencias
de la historia en plena fidelidad a la tradición (5)
.
El Concilio Vaticano II en la Declaración
sobre la Educación cristiana presenta la perspectiva correspondiente a la
educación sexual (6) tras afirmar el derecho de la juventud a recibir una
educación adecuada a las exigencias personales.
El Concilio concreta: "Hay que ayudar,
pues, a los niños y a los adolescentes, teniendo en cuenta el progreso de la
psicología, de la pedagogía y de la didáctica, para desarrollar armónicamente
sus condiciones físicas, morales e intelectuales, a fin de que adquieran
gradualmente un sentido más perfecto de la responsabilidad en el recto y
laborioso desarrollo de la vida, y en la consecución de la verdadera libertad,
superando los obstáculos con grandeza y constancia de alma. Hay que iniciarlos,
conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual" (7)
.
15. La Constitución Pastoral Gaudium et
spes, a propósito de la dignidad del matrimonio y de la familia, presenta esta
última como el lugar preferente para la formación de los jóvenes en la castidad
(8) . Pero siendo ésta un aspecto de la educación integral, exige la cooperación
de los educadores con los padres en el cumplimiento de su misión (9) . Esta
educación, en definitiva, se debe ofrecer a los niños y jóvenes en el ámbito de
la familia (10) y darla de manera gradual, mirando siempre a la formación
integral de la persona.
16. En la Exhortación apostólica sobre la
misión de la familia cristiana en el mundo actual, Juan Pablo II reserva un
puesto destacado a la educación sexual como un valor de la persona. "La
educación para el amor como don de sí mismo, dice el Santo Padre, constituye
también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos
una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que 'banaliza’ en gran
parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y
empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el
servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea
verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda
la persona -cuerpo, sentimiento y espíritu- y manifiesta su significado íntimo
al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor" (11)
.
17. El Papa, inmediatamente después, hace
a la escuela responsable de esta educación al servicio y en sintonía con los
padres. "La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe
realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros
educativos elegidos y controlados por ellos.
En este sentido la Iglesia
reafirma la ley de la subsidiariedad, que la escuela tiene que observar cuando
coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los
padres" (12) .
18. Para que el valor de la sexualidad
alcance su plena realización, "es del todo irrenunciable la educación para la
castidad, como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la
hace capaz de respetar y promover el 'significado esponsal’ del cuerpo" (13) .
La castidad consiste en el dominio de sí, en la capacidad de orientar el
instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la
persona. Fruto de la gracia de Dios y de nuestra colaboración, la castidad
tiende a armonizar los diversos elementos que componen la persona y a superar la
debilidad de la naturaleza humana, marcada por el pecado, para que cada uno
pueda seguir la vocación a la que Dios lo llame.
En el esfuerzo por conseguir una completa
educación para la castidad, "los padres cristianos reservarán una atención y
cuidado especial -discerniendo los signos de la llamada de Dios- a la educación
para la virginidad, como forma suprema del don de uno mismo que constituye el
sentido genuino de la sexualidad humana" (4) .
19. En la enseñanza de Juan Pablo II, a
consideración positiva de los valores que se deben descubrir y apreciar,
antecede a la norma que no se debe violar. Esta, sin embargo, interpreta y
formula los valores a que el hombre debe tender.
"Por los vínculos estrechos que hay entre
la dimensión sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe
llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía
necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad
humana. Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información
sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el
cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo
que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de
la inocencia" (15) .
20. Este documento, por tanto, partiendo
de la visión cristiana del hombre y anclado en los principios enunciados
recientemente por el Magisterio, desea ofrecer a los educadores algunas
orientaciones fundamentales sobre la educación sexual y las condiciones y
modalidades a tener presentes en el plano
operativo.
I . ALGUNOS PRINCIPIOS
FUNDAMENTALES
21. Toda educación se inspira en una
determinada concepción del hombre. La educación cristiana aspira a conseguir la
realización del hombre a través del desarrollo de todo su ser, espíritu
encarnado, y de los dones de naturaleza y gracia de que ha sido enriquecido por
Dios. Está enraizada en la fe que "todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el
plan divino sobre la entera vocación del hombre"(16)
.
Concepción cristiana de la
sexualidad
22. La visión cristiana del hombre,
reconoce al cuerpo una particular función, puesto que contribuye a revelar el
sentido de la vida y de la vocación humana. La corporeidad es, en efecto, el
modo específico de existir y de obrar del espíritu humano. Este significado es
ante todo de naturaleza antropológica: "el cuerpo revela el hombre"(17) ,
"expresa la persona"(18) y por eso es el primer mensaje de Dios al hombre mismo,
casi una especie de "sacramento primordial, entendido como signo que transmite
eficazmente en el mundo visible, el misterio invisible escondido en Dios desde
la eternidad" (19) .
23. Hay un segundo significado de
naturaleza teologal: el cuerpo contribuye a revelar a Dios y su amor creador en
cuanto manifiesta la creaturidad del hombre, su dependencia de un don
fundamental que es don del amor. "Esto es el cuerpo: testigo de la creación como
de un don fundamental, testigo, pues, del Amor como fuente de la que nació este
mismo donar" (20) .
24. El cuerpo, en cuanto sexuado,
manifiesta la vocación del hombre a la reciprocidad, esto es, al amor y al mutuo
don de sí (21) . El cuerpo en fin llama al hombre y a la mujer a su constitutiva
vocación a la fecundidad, como uno de los significados fundamentales de su ser
sexuado (22) ) .
25. La distinción sexual, que aparece
como una determinación del ser humano, supone diferencias pero en igualdad de
naturaleza y dignidad (23 .
La persona humana, por su íntima
naturaleza, exige una relación de alteridad que implica una reciprocidad de amor
(24) . Los sexos son complementarios: iguales y distintos al mismo tiempo; no
idénticos, pero sí iguales en dignidad personal; son semejantes para entenderse,
diferentes para completarse recíprocamente.
26. El hombre y la mujer constituyen dos
modos de realizar, por parte de la criatura humana, una determinada
participación del Ser divino: han sido creados "a imagen y semejanza de Dios" y
llenan esa vocación no sólo como personas individuales, sino asociados en
pareja, como comunidad de amor (25v . Orientados a la unión y a la fecundidad,
el marido y la esposa participan del amor creador de Dios, viviendo a través del
otro la comunión con Él (26) .
27. La presencia del pecado, que oscurece
la inocencia original del hombre, dificulta la percepción de estos mensajes; su
interpretación se ha convertido así en quehacer ético, objeto de una ardua tarea
confiada al hombre: "El hombre y la mujer después del pecado original perderán
la inocencia originaria. El descubrimiento del significado esponsalicio del
cuerpo dejará de ser para ellos una simple realidad de la revelación y de la
gracia.
Sin embargo, este
significado permanecerá como una prenda dada al hombre por el "ethos" del don,
inscrito en lo profundo del corazón humano, como eco lejano de la inocencia
originaria".(27).
En presencia de esta
capacidad del cuerpo de ser al mismo tiempo signo e instrumento de vocación
ética cabe descubrir una analogía entre el cuerpo mismo y la economía
sacramental, que es el camino concreto a través del cual alcanza el hombre la
gracia y la salvación.
28. Dada la inclinación del hombre
"histórico" a reducir la sexualidad a la sola experiencia genital, se explican
las reacciones tendientes a desvalorizar el sexo, como si por naturaleza fuese
indigno del hombre. Las presentes orientaciones pretenden oponerse a tal
desvalorización.
29. "El misterio del hombre sólo se
esclarece en el misterio del Verbo Encarnado" (28) y la existencia humana
adquiere su significado pleno en la vocación a la vida divina. Sólo siguiendo a
Cristo, responde el hombre a esta vocación y se afirma plenamente creciendo
hasta llegar a ser "hombre perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo" (29)
.
30. A la luz del misterio de Cristo, la
sexualidad aparece como una vocación a realizar el amor que el Espíritu Santo
infunde en el corazón de los redimidos. Jesucristo ha sublimado tal vocación con
el Sacramento del matrimonio.
31. Jesús ha indicado, por otra parte,
con el ejemplo y la palabra, la vocación a la virginidad por el reino de los
cielos (30) . La virginidad es vocación al amor: hace que el corazón esté más
libre para amar a Dios (31) .
Exento de los deberes
propios del amor conyugal, el corazón virgen puede sentirse, por tanto, más
disponible para el amor gratuito hacia los
hermanos.
En consecuencia, la virginidad por el
reino de los cielos, expresa mejor la donación de Cristo al Padre por los
hermanos y prefigura con mayor exactitud la realidad de la vida eterna, que será
esencialmente caridad (32) .
La virginidad implica, ciertamente,
renuncia a la forma de amor típica del matrimonio, pero asume a nivel más
profundo el dinamismo, inherente a la sexualidad, de apertura oblativa a los
otros, potenciado y transfigurado por la presencia del Espíritu el cual enseña a
amar al Padre y a los hermanos como el Señor Jesús.
32. En síntesis, la sexualidad está
llamada a expresar valores diversos a los que corresponden exigencias morales
específicas; orientada hacia el diálogo interpersonal, contribuye a la
maduración integral del hombre abriéndolo al don de sí en el amor; vinculada,
por otra parte, en el orden de la creación, a la fecundidad y a la transmisión
de la vida, está llamada a ser fiel también, a esta finalidad suya interna. Amor
y fecundidad son, por tanto, significados y valores de la sexualidad que se
incluyen y reclaman mutuamente y no pueden, en consecuencia, ser considerados ni
alternativos ni opuestos.
33. La vida afectiva, propia de cada
sexo, se manifiesta de modo característico en los diversos estados de vida: la
unión de los cónyuges, el celibato consagrado elegido por el Reino, la condición
del cristiano que no ha llegado al momento de su compromiso matrimonial o porque
es todavía célibe o porque ha elegido permanecer tal. En todos los casos esta
vida afectiva debe ser acogida e integrada en la persona
humana.
Naturaleza, finalidad y medios de la
educación sexual
34. Objetivo fundamental de esta
educación es un conocimiento adecuado de la naturaleza e importancia de la
sexualidad y del desarrollo armónico e integral de la persona hacia su madurez
psicológica con vistas a la plenitud de vida espiritual, a la que todos los
creyentes están llamados (33) .
A este fin el educador cristiano
recordará los principios de fe y los diversos métodos de intervención, teniendo
en cuenta la positiva valoración que la pedagogía actual hace de la
sexualidad.
35. En perspectiva antropológica
cristiana, la educación afectivo-sexual considera la totalidad de la persona y
exige, por tanto, la integración de los elementos biológicos, psico-afectivos,
sociales y espirituales. Esta integración resulta difícil porque también el
creyente lleva las consecuencias del pecado original.
Una verdadera "formación", no se limita a
informar la inteligencia, sino que prestaparticular atención a educación de la voluntad, de los
sentimientos y de las emociones. En efecto, para tender a la madurez de la vida
afectivo-sexual, es necesario el dominio de sí, el cual presupone virtudes como
el pudor, la templanza, el respeto propio y ajeno y la apertura al
prójimo.
Todo esto no es posible sino en virtud de
la salvación que viene de nuestro Señor Jesucristo.
36. Aunque son diversas las modalidades
que asume la sexualidad en cada persona, la educación debe promover sobre todo
aquella madurez que "comporta no sólo la aceptación del valor sexual integrado
en el conjunto de los valores, sino también la potencialidad 'oblativa', es
decir la capacidad de donación, de amor altruista. Cuando esta capacidad se
realiza en la medida adecuada, la persona se hace idónea para establecer un
contacto espontáneo, para dominarse emocionalmente y comprometerse con seriedad"
(34) .
37. La pedagogía contemporánea de
inspiración cristiana ve en el educando, considerado en su totalidad compleja,
el principal sujeto de la educación. Debe ser ayudado, creando un clima de
confianza, a desarrollar todas sus capacidades para el bien. Demasiado
fácilmente se olvida esto cuando se da excesivo peso a la simple información en
detrimento de las otras dimensiones de la educación sexual. En la educación, en
efecto, es de máxima importancia el conocimiento de nuevas nociones, pero
vivificado por la asimilación de los valores correspondientes y de una viva toma
de conciencia de las responsabilidades personales relacionadas con la edad
adulta.
38. Debido a las repercusiones de la
sexualidad en toda la persona humana, es necesario tener presentes multitud de
aspectos: las condiciones de salud, las influencias del ambiente familiar y
social, las impresiones recibidas y las reacciones del sujeto, la educación de
la voluntad y el grado de desarrollo de la vida espiritual sostenida por el
auxilio de la gracia.
39. Todo lo que se ha dicho hasta aquí
sirve a los educadores como ayuda y guía en la formación de la personalidad de
los jóvenes. Los educadores deben estimularlos a una reflexión crítica sobre las
impresiones recibidas y, al mismo tiempo que les proponen valores, deben darles
testimonio de una vida espiritual auténtica tanto personal como
comunitaria.
40. Vistos los estrechos lazos existentes
entre moral y sexualidad, es necesario que el conocimiento de las normas morales
esté acompañado de claras motivaciones a fin de conseguir una sincera adhesión
personal.
41. La pedagogía contemporánea tiene
plena conciencia de que la vida humana está sometida a una evolución constante y
que la formación personal es un proceso permanente. Esto es también verdadero
respecto a la sexualidad que se manifiesta con características particulares en
las diversas fases de la vida. Lo cual conlleva evidentemente, riquezas y
dificultades no leves en cada etapa de su
maduración.
42. Los educadores tienen presente las
etapas fundamentales de tal evolución: el instinto primitivo, que al principio
presenta carácter rudimentario, pasa luego a un clima de ambivalencia entre el
bien y el mal; después con ayuda de la educación los sentimientos se estabilizan
a la vez que aumenta el sentido de responsabilidad. Gradualmente el egoísmo se
elimina, se establece un cierto ascetismo, el otro es aceptado y amado por sí
mismo; se integran los elementos de la sexualidad: genitalidad, erotismo, amor y
caridad. Aunque no se obtiene siempre el resultado completo, son más numerosos
de lo que se piensa, los que se aproximan a la meta a que aspiran.
43. Los educadores cristianos están
persuadidos de que la educación sexual sólo se realiza plenamente en el ámbito de la fe. Incorporado por el
bautismo a Cristo resucitado, el cristiano sabe que también su cuerpo ha sido
vivificado y purificado por el Espíritu que Jesús le comunica (35)
.
La fe en el misterio de Cristo
resucitado, que por su Espíritu actúa y prolonga en los fieles el misterio de la
pascua, descubre al creyente la vocación a la resurrección de la carne, ya
incoada gracias al Espíritu que habita en el justo como prenda y germen de la
resurrección total y definitiva.
44. El desorden provocado por el pecado,
presente y operante en el individuo como también en la cultura que caracteriza
la sociedad, ejerce una presión fuerte a concebir y vivir la sexualidad en
oposición a la ley de Cristo, al compás de lo que san Pablo denominara la ley
del pecado (36) . A veces, las estructuras económicas, las leyes estatales, los
mass-media, los sistemas de vida de las grandes metrópolis son factores que
inciden negativamente sobre el hombre. De todo ello la educación cristiana toma
nota e indica orientaciones oportunas para oponerse responsablemente a tales
incentivos.
45. Este esfuerzo constante es sostenido
y aun hecho posible por la gracia divina mediante la Palabra de Dios recibida
con fe, la oración filial y la participación en los sacramentos. Figura en
primer término la Eucaristía, comunión con Cristo en el acto mismo de su
sacrificio, donde, efectivamente, el creyente encuentra el Pan de vida como
"viático" para afrontar y superar los obstáculos de su terreno peregrinar. El
sacramento de la Reconciliación, a través de la gracia que le es propia y con la
ayuda de la dirección espiritual, no solamente refuerza la capacidad de
resistencia al mal, sino que confiere energía para levantarse después de una
caída.
Estos sacramentos son ofrecidos y
celebrados en la comunidad eclesial. Quien se inscribe vitalmente en el seno de
tal comunidad, halla en los sacramentos la fuerza para llevar, en su estado, una
vida casta.
46. La oración personal y comunitaria es
el medio insustituible para obtener de Dios fidelidad a las promesas del
bautismo, resistencia a los impulsos de la naturaleza humana herida por el
pecado y equilibrio de las emociones que surgen por influencias negativas del
medio ambiente.
El espíritu de oración ayuda a vivir
coherentemente la práctica de los valores evangélicos cuales son la lealtad y
sinceridad de corazón y la pobreza y humildad, en el esfuerzo diario de trabajo
y de interés por el prójimo. La vida interior lleva a la alegría cristiana,
siempre victoriosa, más allá de todo moralismo y ayuda psicológica, en la lucha
contra el mal.
Del contacto íntimo y frecuente con el
Señor todos, y los jóvenes en particular, recaban fuerza y entusiasmo para vivir
con pureza y realizar su vocación humana y cristiana con un sereno dominio de sí
y con una donación generosa a los demás.
A nadie debe escapársele la importancia
de estas afirmaciones, pues hay muchas personas que, implícita o explícitamente,
tienen una actitud pesimista respecto a la capacidad de la naturaleza humana
para asumir un compromiso definitivo para toda la vida, especialmente en el
matrimonio. La educación cristiana debe reforzar la confianza de los jóvenes de
manera que su comprensión y preparación para un compromiso de este género esté
acompañada de la certeza de que Dios les ayuda con su Gracia para que puedan
llevar a cabo sus designios sobre ellos.
47. La imitación y unión con Cristo,
vividos y transmitidos por los santos, son las motivaciones más profundas de
nuestra esperanza de realizar el alto ideal de vida casta inalcanzable con las
solas fuerzas humanas.
La Virgen María es ejemplo eminente de
vida cristiana. La Iglesia, por secular experiencia, certifica que los fieles, especialmente los jóvenes,
que le son devotos, han sabido realizar este sublime
ideal.
II.
RESPONSABILIDAD EN LA REALIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN
SEXUAL
Función de la familia
48. La educación
corresponde, especialmente, a la familia que "es escuela del más rico humanismo"
(37) . La familia, en efecto, es el mejor ambiente para llenar el deber de
asegurar una gradual educación de la vida sexual. Ella cuenta con reservas
afectivas capaces de hacer aceptar, sin traumas, aun las realidades más
delicadas e integrarlas armónicamente en una personalidad equilibrada y
rica.
49. El afecto y la confianza recíproca
que se viven en la familia ayudan al desarrollo armónico y equilibrado del niño
desde su nacimiento. Para que los lazos afectivos naturales que unen a los
padres con los hijos sean positivos en el máximo grado, los padres, sobre la
base de un sereno equilibrio sexual, establezcan una relación de confianza y
diálogo con sus hijos, siempre adecuada a su edad y
desarrollo.
50. Para brindar a los hijos
orientaciones eficaces necesarias para resolver los problemas del momento, antes
de dar conocimientos teóricos, sean los adultos ejemplo con el propio
comportamiento. Los padres cristianos deben tener conciencia de que ese ejemplo
constituye la aportación más válida a la educación de sus hijos. Estos, a su
vez, podrán adquirir la certeza de que el ideal cristiano es una realidad vivida
en el seno de la propia familia.
51. La apertura y la colaboración de los
padres con los otros educadores corresponsables de la formación, influirán
positivamente en la maduración del joven. La preparación teórica y la
experiencia de los padres ayudarán a los hijos a comprender el valor y el papel
específicos de la realidad masculina y femenina.
52. La plena realización de la vida
conyugal y, en consecuencia, la estabilidad y santidad de la familia dependen de
la formación de la conciencia y de los valores asimilados durante todo el
proceso formativo de los mismos padres. Los valores morales vividos en familia
se transmiten más fácilmente a los hijos (38). Entre estos valores morales hay
que destacar el respeto a la vida desde el seno materno y, en general, el
respeto a la persona de cualquier edad y condición. Se debe ayudar a los jóvenes
a conocer, apreciar y respetar estos valores fundamentales de la
existencia.
Dada la importancia de los mismos para la
vida cristiana, e incluso en la perspectiva de una llamada divina de los hijos
al sacerdocio o a la vida consagrada, la educación sexual adquiere también una
dimensión eclesial.
La comunidad eclesial
53. La Iglesia, madre de los fieles
engendrados en la fe por ella en el Bautismo, tiene, confiada por Cristo, una
misión educativa que se realiza especialmente a través del anuncio, la plena
comunión con Dios y los hermanos y la participación consciente y activa en la
liturgia eucarística y en la actividad apostólica (39) . La comunidad eclesial
constituye, desde el abrirse a la vida, un ambiente adecuado a la asimilación de la ética cristiana en la
que los fieles aprenden a testimoniar la Buena
Nueva.
54. Las dificultades que la educación
sexual encuentra a menudo en el seno de la familia, requieren una mayor atención
por parte de la comunidad cristiana y, en particular de los sacerdotes, para
lograr la educación de los bautizados. En este campo están llamados a cooperar
con la familia, la escuela católica, la parroquia y otras instituciones
eclesiales.
55. Del carácter eclesial de la fe deriva
la corresponsabilidad de la comunidad cristiana en ayudar a los bautizados a
vivir coherente y conscientemente las obligaciones asumidas en el bautismo.
Corresponde a los obispos dar normas y orientaciones adaptadas a las necesidades
de las Iglesias particulares.
Catequesis y educación
sexual
56. La catequesis está llamada a ser
terreno fecundo para la renovación de toda la comunidad eclesial. Por tanto,
para llevar a los fieles a la madurez de la fe, aquélla debe ilustrar los
valores positivos de la sexualidad, integrándolos con los de la virginidad y el
matrimonio, a la luz del misterio de Cristo y de la
Iglesia.
Esta catequesis debería poner de relieve
que la primera vocación del cristiano es amar, y que la vocación al amor se
realiza por dos caminos diversos: el matrimonio o el celibato por el Reino (40)
. "El matrimonio y la virginidad son dos modos de expresar y de vivir el único
Misterio de la Alianza de Dios con su pueblo" (41) .
57. Para que las familias tengan la
certeza de que la catequesis no se separa en absoluto del Magisterio de la
Iglesia, los Pastores deben preocuparse tanto de la elección y preparación del
personal responsable cuanto del determinar los contenidos y
métodos.
58. Persiste en su pleno valor la norma
indicada en el número 48: en lo que concierne a los aspectos más íntimos,
biológicos o afectivos, se debería privilegiar la educación individual,
preferiblemente en el ámbito de la familia.
59. Siendo siempre válido que la
catequesis realizada en familia constituye una forma privilegiada, si en algunas
circunstancias, los padres no se sienten capacitados para asumir este deber,
pueden acudir a otras personas que gocen de su confianza. Una iniciación sabia,
prudente y adaptada a la edad y al ambiente, puede evitar traumas a los niños y
hacerles más fácil la solución de los problemas sexuales. En todo caso, no
bastan lecciones formales; para impartir estas enseñanzas lo mejor es aprovechar
las múltiples ocasiones ofrecidas por la vida
cotidiana.
Catequesis
prematrimonial
60. Un aspecto fundamental de la
preparación de los jóvenes para el matrimonio consiste en darles una visión
exacta de la ética cristiana respecto a la sexualidad. La catequesis ofrece la
ventaja de situarse enla perspectiva inmediata del matrimonio. Pero, para
conseguir plenamente el objetivo, esta catequesis debe ser continuada
convenientemente de manera que constituya un verdadero y propio catecumenado.
Aspira, además, a sostener y robustecer la castidad propia de los novios, a
prepararlos para la vida conyugal, vivida cristianamente, y para la misión
específica que los esposos tienen en el Pueblo de
Dios.
61. Los futuros esposos deben conocer el
significado profundo del matrimonio, entendido como unión de amor para su pleno
desarrollo personal y para la procreación. La estabilidad del matrimonio y del
amor conyugal exige, como condición indispensable, la castidad y el dominio de
sí, la formación del carácter y el espíritu de sacrificio. En vista de las
dificultades de la vida matrimonial, agudizadas en las condiciones de nuestro
tiempo, la castidad juvenil, en cuanto preparación adecuada para la castidad
matrimonial, será de ayuda decisiva para los esposos. Estos, por otra parte,
serán instruidos sobre la ley divina, declarada por el Magisterio eclesiástico,
necesaria para la formación de su conciencia (42) .
62. Instruidos sobre el valor y la
grandeza del sacramento del matrimonio, que especifica para ellos la gracia y la
vocación del bautismo, los esposos cristianos estarán en grado de vivir
conscientemente los valores y las obligaciones propias de su vida moral como
exigencia y fruto de la gracia y de la acción del Espíritu, ya que "para cumplir
dignamente su deber de estado, están fortificados y como consagrados por un
sacramento especial" (43) .
Por otra parte, a fin de vivir su
sexualidad y llevar a cabo sus responsabilidades de acuerdo con el designio
divino (44) es importante que los esposos tengan conocimiento de los métodos
naturales para regular su fertilidad.
Como ha dicho Juan Pablo II: "Conviene
hacer lo posible para que semejante conocimiento se haga accesible a todos los
esposos, y ante todo a las personas jóvenes, mediante una información y una
educación clara, oportuna y seria, por parte de parejas, de médicos y de
expertos" (45) . Hay que hacer notar que la contracepción, de la que actualmente
se hace intensa propaganda, contrasta con estos ideales cristianos y estas
normas de moralidad en que la Iglesia es maestra. Este hecho hace todavía más
urgente la necesidad de que la enseñanza de la Iglesia sobre los medios
artificiales de contracepción y los motivos de tales enseñanzas, sean
transmitidos a los jóvenes a la edad conveniente para prepararlos a vivir su
matrimonio responsablemente, pleno de amor y abierto a la
vida.
Orientaciones para los
adultos
63. Una sólida preparación catequística
de los adultos, sobre el amor humano, pone las bases para la educación sexual de
los niños. Así se asegura la posesión de la madurez humana iluminada por la fe,
que será decisiva en el diálogo que los adultos deben establecer con las nuevas
generaciones. Además de las indicaciones concernientes a los métodos a usarse,
dicha catequesis favorecerá un oportuno cambio de ideas sobre problemas
particulares, hará conocer mejor el material a utilizar y permitirá eventuales
encuentros con expertos, cuya colaboración podría ser particularmente útil en
los casos difíciles.
Función de la sociedad
civil
64. La persona debería encontrar en la
sociedad, expresados y vividos, los valores que ejercen un influjo no secundario
en el proceso formativo. Será, por tanto, deber de la sociedad civil, en cuanto
se trata del bien común (46) , vigilar con el fin de que se asegure un sano
ambiente físico y moral en las escuelas y se promuevan las condiciones que
respondan a la positiva petición de los padres o cuenten con su libre
adhesión.
65. Es deber del Estado tutelar a los
ciudadanos contra las injusticias y desórdenes morales como el abuso de los
menores y toda forma de violencia sexual, la degradación de costumbres, la
permisividad y la pornografía, y la manipulación de los datos
demográficos.
Responsabilidad en la educación para el
uso de los instrumentos de comunicación social
66. En el mundo actual los instrumentos
de comunicación social, con su irrupción arrolladora y fuerza de sugestión,
ejercen sobre los jóvenes y los menores, en general y sobre todo en el campo de
la educación sexual, una continua y condicionante obra de información y de
amaestramiento bastante más incisiva que aquella propia de la
familia.
Juan Pablo II ha indicado la situación en
la que vienen a encontrarse los niños frente a los instrumentos de comunicación
social: "Fascinados y privados de defensas ante el mundo y ante los adultos, los
niños están naturalmente dispuestos a acoger lo que se les ofrece, ya se trate
del bien o del mal... Los niños se sienten atraídos por la "pequeña pantalla" y
por la "pantalla grande": siguen todos los gestos que aparecen en ellas y
perciben, antes y mejor que cualquier otra persona, las emociones y sentimientos
consiguientes" (47) .
67. Hay que destacar, además, que por la
misma evolución tecnológica se hace menos fácil el realizar oportunamente el
necesario control. De aquí la urgencia, aun con miras a una recta educación
sexual, de que "los destinatarios, sobre todo los jóvenes procuren acostumbrarse
a ser moderados y disciplinados en el uso de estos instrumentos; pongan, además,
empeño en entender bien lo oído, visto y leído; dialoguen con educadores y
peritos en la materia y aprendan a formar recto juicio" (48)
.
68. En defensa de los derechos del niño
en este campo, Juan Pablo II estimula la conciencia de todos los cristianos
responsables, en particular de los padres y de los operadores de los medios de
comunicación social, para que no escondan, bajo pretexto de neutralidad o de
respeto por el espontáneo desarrollo del niño, lo que en realidad constituye un
comportamiento de preocupante desinterés (49) .
"Las autoridades civiles tienen
peculiares deberes en esta materia en razón del bien común" (50) , el cual exige
que un reglamento jurídico de los instrumentos de comunicación social proteja la
moralidad pública, en particular el mundo juvenil, especialmente en lo que
concierne a revistas, filmes, programas radio-televisivos, exposiciones,
espectáculos y publicidad.
Función de la escuela en relación a la
educación sexual
69. Supuesto el deber primario de la
familia, cometido propio de la escuela es el de asistir y completar la obra de
los padres, proporcionando a los niños y jóvenes una estima de la "sexualidad
como valor y función de toda la persona creada, varón y mujer, a imagen de Dios"
(51) .
70. El diálogo interpersonal, exigido por
la educación sexual, tiende a suscitar en el educando una disposición interior
apta para motivar y guiar el comportamiento de la
persona.
Ahora bien, tal actitud está
estrechamente conectada con los valores inspirados en la concepción de la vida.
La educación sexual no se
reduce a simple materia de enseñanza o a sólo conocimientos teóricos; no
consiste en un programa a desarrollar progresivamente, sino que tiene un
objetivo específico: la maduración afectiva del alumno, el hacerlo llegar a ser
dueño de sí y el formarlo para el recto comportamiento en las relaciones
sociales.
71. La escuela puede contribuir a la
consecución de este objetivo de diversas maneras. Todas las materias se prestan
al desarrollo de los temas relativos a la sexualidad; el profesor lo hará
siempre en clave positiva y con
gran delicadeza, discerniendo concretamente la oportunidad y el
modo.
La educación sexual individual por su
valor prioritario, no puede ser confiada indistintamente a cualquier miembro de
la comunidad escolar. En efecto, como se especificará más adelante, además de
recto juicio, sentido de responsabilidad, competencia profesional, madurez
afectiva y pudor, esta educación exige en el educador una sensibilidad exquisita
para iniciar al niño y al adolescente en los problemas del amor y de la vida sin
perturbar su desarrollo psicológico.
72. Aun cuando el educador posea las
cualidades necesarias para una educación sexual en grupo, hay que tener en
cuenta la situación concreta del grupo mismo. Esto se aplica, sobre todo, en el
caso de grupos mixtos que reclaman especiales precauciones. En todo caso, las
autoridades responsables deben juzgar con los padres la oportunidad de proceder
de este modo. Dada la complejidad del problema, es bueno proporcionar al
educando ocasión para coloquios personales en los que se le facilite el pedir
los consejos o aclaraciones que, por un instintivo sentido del pudor, no se
atrevería a manifestar en público. Sólo una estrecha colaboración entre la
escuela y la familia asegura un provechoso cambio de experiencias entre padres y
profesores, en bien de los alumnos (52) .
Corresponde a los obispos, teniendo en
cuenta las legislaciones escolásticas y las circunstancias locales, dar
indicaciones sobre la educación sexual en grupos, sobre todo si son
mixtos.
73. Puede, tal vez, ocurrir que
determinados sucesos de la vida escolar exijan una intervención oportuna. En
cuyo caso, las autoridades escolares, coherentes con el principio de
colaboración, se pondrán en contacto con los padres interesados para acordar la
solución oportuna.
74. Personas particularmente aptas por su
competencia y equilibrio y que gozan de la confianza de los padres, podrán ser
invitadas y tener coloquios privados con los alumnos para ayudarlos a
desarrollar su maduración afectiva y a dar el justo equilibrio a sus relaciones.
Tales intervenciones de orientación personal se imponen en especial en los casos
más difíciles, a menos que la gravedad de la situación no haga necesario el
recurso al especialista en materia.
75. La formación y el desarrollo de una
personalidad armónica exigen una atmósfera serena, fruto de comprensión,
confianza recíproca y colaboración entre los responsables. Esto se logra con el
mutuo respeto a la competencia especifica de los diversos operadores de la
educación, a las respectivas responsabilidades y a la elección de los medios
diferenciados a disposición de cada uno.
Material didáctico
apropiado
76. Facilita la educación sexual
correcta, un material didáctico apropiado. Para prepararlo adecuadamente, se
requiere la colaboración de especialistas en teología moral y pastoral, de
catequistas y de pedagogos y psicólogos católicos. Póngase particular atención
al material destinado al uso inmediato de los
alumnos.
Ciertos textos escolares sobre la
sexualidad, por su carácter naturalista, resultan nocivos al niño y al
adolescente. Aún más nocivo es el material gráfico y audiovisual, cuando
presenta crudamente realidades sexuales para las que el alumno no está preparado
y así le proporciona impresiones traumáticas o suscita en él malsanas
curiosidades que lo inducen al mal. Los educadores piensen seriamente en los
graves daños que una irresponsable actitud en materia tan delicada puede causar
a los alumnos.
Grupos juveniles
77. Existe en la educación un factor no
despreciable que se asocia a la acción de la familia y de la escuela y, a
menudo, tiene una influencia aún mayor en la formación de la persona: son los
grupos juveniles que se constituyen en las actividades del tiempo libre y que
ocupan intensamente la vida del adolescente y del joven. Las ciencias humanas
consideran los "grupos" como una condición positiva para la formación, porque no
es posible la maduración de la personalidad sin eficaces relaciones
interpersonales.
III. CONDICIONES Y MODALIDAD DE LA EDUCACIÓN
SEXUAL
78. La complejidad y delicadeza de esta
tarea requiere esmerada preparación de los educadores, cualidades específicas
para esta acción educativa y particular atención a objetivos
precisos.
Preparación de los
educadores
79. La personalidad madura de los
educadores, su preparación y equilibrio psíquico influyen fuertemente sobre los
educandos. Una exacta y completa visión del significado y del valor de la
sexualidad y una serena integración de la misma en la propia personalidad son
indispensables a los educadores para una constructiva acción educativa. Su
capacitación no es tanto fruto de conocimiento teórico como resultado de su
madurez afectiva, lo cual no dispensa de la adquisición de conocimientos
científicos adaptados a su tarea educativa, particularmente ardua en nuestros
días. Los encuentros con las familias podrán ser de gran ayuda.
80. Las disposiciones que deben
caracterizar al educador son el resultado de una formación general, fundada en
una concepción positiva y constructiva de la vida, y en el esfuerzo constante
por realizarla. Una tal formación rebasa la necesaria preparación profesional y
penetra los aspectos más íntimos de la personalidad, incluso el religioso y
espiritual. Este último, garantiza el recurso tanto a los principios cristianos
como a los medios sobrenaturales que deben sostener las intervenciones
educativas.
81. El educador que desarrolla su tarea
fuera del ambiente familiar, necesita una preparación psico-pedagógica adaptada
y seria, que le permita captar situaciones particulares que requieren una
especial solicitud. Así, estará en disposición de aconsejar aun a los mismos
padres, sobre todo cuando el muchacho o la muchacha necesitan un
psicólogo.
82. Entre los sujetos normales y los
casos patológicos, existe toda una gama de individuos con problemas, más o menos agudos y
persistentes amenazados de escasa atención pese a su gran necesidad de ayuda. En
estos casos, más que una terapia a nivel médico, se requiere una constante obra
de apoyo y guía por parte de los educadores.
Cualidades de los métodos
educativos
83. Se impone un conocimiento claro de la
situación, porque el método utilizado no sólo condiciona grandemente el
resultado de esta delicada educación, sino también la colaboración entre los
diversos responsables. En realidad las críticas en curso, ordinariamente, se
refieren más a los métodos usados por algunos educadores que al hecho de su
intervención. Estos métodos deben tener determinadas cualidades, relativas unas
al sujeto y a los educadores mismos y otras a la finalidad que tal educación se
propone.
Exigencias del sujeto e intervención
educativa
84. La educación afectivo-sexual, estando
más condicionada que otras por el grado de desarrollo físico y psicológico del
educando, debe ser siempre adaptada al individuo. En ciertos casos, es necesario
prevenir al sujeto preparándolo para situaciones particularmente difíciles,
cuando se prevé que deberá afrontarlas, o avisándole acerca de peligros
inminentes o constantes.
85. Sin embargo, es preciso respetar el
carácter progresivo de esta educación. Se debe intervenir gradualmente prestando
atención a los momentos del desarrollo físico y psicológico que requieren una
preparación más cuidadosa y un tiempo de maduración prolongado. Es necesario
asegurarse de que el educando ha asimilado los valores, los conocimientos y las
motivaciones que le han sido propuestos o los cambios y evoluciones que ha
podido observar en sí mismo y de los que el educador indica oportunamente las
causas, las relaciones y la finalidad.
Cualidades de las intervenciones
educativas
86. Una válida contribución al desarrollo
armónico y equilibrado de los jóvenes impone a los educadores regular sus
intervenciones de acuerdo al particular papel que desempeñan. El sujeto no
percibe ni acepta de la misma manera de parte de los diversos educadores las
informaciones y motivaciones que le son dadas, porque afectan de modo diverso su
intimidad. Objetividad y prudencia deben caracterizar tales
intervenciones.
87. La información progresiva requiere
una explicación incompleta, pero siempre ajustada a la verdad. Han de evitarse
explicaciones deformadas por reticencias o falta de franqueza. Sin embargo, la
prudencia exige al educador no sólo una oportuna adaptación del argumento a las
expectativas del sujeto, sino también la elección del lenguaje, del modo y del
tiempo en el que intervenir; exige también que se tenga en cuenta el pudor del
niño.
El educador recuerde,
además, la influencia de los padres: su preocupación por esta dimensión de la
educación, el carácter particular de la educación familiar, su concepción de la
vida y el grado de apertura a los otros ambientes
educativos.
88. Se debe insistir, sobre todo, en los
valores humanos y cristianos de la sexualidad para procurar su aprecio y para
suscitar el deseo de proyectarlos en la vida personal y en las relaciones con
los demás. Sin desconocer las dificultades que el desarrollo sexual supone, pero
sin obsesionarse con ello, el educador tenga confianza en la acción educativa:
ésta puede contar con la resonancia que los verdaderos valores encuentran en los
jóvenes, cuando son presentados con convicción y confirmados por el testimonio
de vida.
89. Dada la importancia de la educación
sexual en la formación integral de la persona, los educadores, habida cuenta de
los varios aspectos de la sexualidad y de su incidencia sobre la personalidad
global, se esfuercen, especialmente, por no separar los conocimientos de los
valores correspondientes que dan un sentido y una orientación a las
informaciones biológicas, psicológicas y sociales. Por tanto, cuando presenten
las normas morales, es necesario que muestren su respaldo y los valores que
involucran.
Educación para el pudor y la
amistad
90. El pudor, elemento fundamental de la
personalidad, se puede considerar -en el plano educativo- como la conciencia
vigilante en defensa de la dignidad del hombre y del amor auténtico. Tiende a
reaccionar ante ciertas actitudes y a frenar comportamientos que ensombrecen la
dignidad de la persona. Es un medio necesario y eficaz para dominar los
instintos, hacer florecer el amor verdadero e integrar la vida afectivo-sexual
en el marco armonioso de la persona. El pudor entraña grandes posibilidades
pedagógicas y merece por tanto, ser valorizado. Niños y jóvenes aprenderán así a
respetar el propio cuerpo como don de Dios, miembro de Cristo y templo del
Espíritu Santo; aprenderán a resistir al mal que les rodea, a tener una mirada y
una imaginación limpias y a buscar el manifestar en el encuentro afectivo con
los demás un amor verdaderamente humano con todos sus elementos
espirituales.
91. Con este fin se les presenten modelos
concretos y atrayentes de virtud, se les desarrolle el sentido estético,
despertándoles el gusto por la belleza presente en la naturaleza, en el arte y
en la vida moral; se eduque a los jóvenes para asimilar un sistema de valores,
sensibles y espirituales, en un despliegue desinteresado de fe y de
amor.
92. La amistad es el vértice de la
maduración afectiva y se diferencia de la simple camaradería por su dimensión
interior, por una comunicación que permite y favorece la verdadera comunión, por
la recíproca generosidad y la estabilidad. La educación para la amistad puede
llegar a ser un factor de extraordinaria importancia para la construcción de la
personalidad en su dimensión individual y social.
93. Los vínculos de amistad que unen a
los jóvenes de distinto sexo, contribuyen a la comprensión y a la estima
recíproca, siempre que se mantengan en los límites de normales expresiones
afectivas. Si en cambio, se convierten o tienden a convertirse en
manifestaciones de tipo genital, esos vínculos pierden el auténtico significado
de amistad madura, perjudicando los aspectos relacionales de ese momento y las
perspectivas de un posible matrimonio futuro, y restando atención a una eventual
vocación a la vida consagrada.
IV. ALGUNOS PROBLEMAS
PARTICULARES
El educador podrá encontrarse, en el
ejercicio de su misión, adelante de algunos problemas particulares sobre los
que, ahora, se juzga oportuno detenerse.
94. La educación sexual debe conducir a
los jóvenes a tomar conciencia de las diversas expresiones y de los dinamismos
de la sexualidad, así como de los valores humanos que deben ser respetados. El
verdadero amor es capacidad de abrirse al prójimo en ayuda generosa, es
dedicación al otro para su bien; sabe respetar su personalidad y libertad; no es
egoísta, no se busca a sí mismo en el prójimo (53) , es oblativo, no posesivo.
El instinto sexual, en cambio, si abandonado a si mismo, se reduce a genitalidad
y tiende a adueñarse del otro, buscando inmediatamente una satisfacción
personal.
95. Las relaciones íntimas deben llevarse
a cabo sólo dentro del matrimonio, porque únicamente en él se verifica la
conexión inseparable, querida por Dios, entre el significado unitivo y el
procreativo de tales relaciones, dirigidas a mantener, confirmar y manifestar
una definitiva comunión de vida -"una sola carne"- (54) mediante la realización
de un amor "humano", "total", "fiel y exclusivo" y "fecundo" (55) , cual el amor
conyugal. Por esto las relaciones sexuales fuera del contexto matrimonial,
constituyen un desorden grave, porque son expresiones de una realidad que no
existe todavía (56) ; son un lenguaje que no encuentra correspondencia objetiva
en la vida de las dos personas, aun no constituidas en comunidad definitiva con
el necesario reconocimiento y garantía de la sociedad civil y, para los cónyuges
católicos, también religiosa.
96. Se van difundiendo, cada vez más,
entre los adolescentes y jóvenes ciertas manifestaciones de tipo sexual que de
suyo disponen a la relación completa, aunque sin llegar a ella. Estas
manifestaciones genitales son un desorden moral porque se dan fuera de un
contexto matrimonial.
97. La educación sexual ayudará a los
adolescentes a descubrir los valores profundos del amor y a comprender el daño
que tales manifestaciones producen a su maduración afectiva, en cuanto conducen
a un encuentro no personal, sino instintivo, con frecuencia desvirtuado por
reservas y cálculos egoístas, y desprovisto del carácter de una verdadera
relación personal y mucho menos definitiva. Una auténtica educación conducirá a
los jóvenes hacia la madurez y el dominio de sí, frutos de una elección
consciente y de un esfuerzo personal.
98. Es objetivo de una auténtica
educación sexual favorecer un progreso continuo en el control de los impulsos,
para abrirse a su tiempo a un amor verdadero y oblativo. Un problema
particularmente complejo y delicado que puede presentarse, es el de la
masturbación y sus repercusiones en el crecimiento integral de la persona. La
masturbación, según la doctrina católica, es un grave desorden moral (57) ,
principalmente porque es usar la facultad sexual de una manera que contradice
esencialmente su finalidad, por no estar al servicio del amor y de la vida según
el designio de Dios (58) .
99. Un educador y consejero perspicaz
debe esforzarse por individuar las causas de la desviación, para ayudar al
adolescente a superar la inmadurez que supone este hábito. Desde el punto de
vista educativo, es necesario tener presente que la masturbación y otras formas
de autoerotismo, son síntomas de problemas mucho más profundos los cuales
provocan una tensión sexual que el sujeto busca superar recurriendo a tal
comportamiento. Este hecho requiere que la acción pedagógica sea orientada más
hacia las causas que hacia la represión directa del fenómeno (59) .
Aun teniendo en cuenta la gravedad
objetiva de la masturbación se requiere gran cautela para evaluar la
responsabilidad subjetiva de la persona (60) .
100. Para ayudar al adolescente a
sentirse acogido en una comunión de caridad liberado de su cerrazón en sí mismo,
el educador "debe despojar de todo dramatismo el hecho de la masturbación y no
disminuir el aprecio y benevolencia al sujeto" (61) ; debe ayudarlo a integrarse
socialmente, a abrirse e interesarse por los demás, para poder liberarse de esta
forma de autoerotismo orientándose hacia el amor oblativo, propio de una
afectividad madura; al mismo tiempo lo animará a recurrir a los medios
recomendados por la ascesis cristiana, como la oración y los sacramentos, y a
ocuparse en obras de justicia y caridad.
101. La homosexualidad que impide a la
persona el llegar a su madurez sexual, tanto desde el punto de vista individual
como interpersonal, es un problema que debe ser asumido por el sujeto y el
educador cuando se presente el caso, con toda
objetividad.
"Esas personas homosexuales deben ser
acogidas, en la acción pastoral, con comprensión y deben ser sostenidas en la
esperanza de superar sus dificultades personales y su inadaptación social.
También su culpabilidad debe ser juzgada con prudencia. Pero no se puede emplear
ningún método pastoral que reconozca una justificación moral a estos actos, por
considerarlos conformes a la condición de esas personas. Según el orden moral
objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su regla esencial e
indispensable" (62) .
102. Será función de la familia y del
educador buscar, sobre todo, el individuar los factores que impulsan hacia la
homosexualidad, ver si se trata de factores fisiológicos o psicológicos, si es
el resultado de una falsa educación o de la falta de una evolución sexual
normal, si proviene de hábitos contraídos o de malos ejemplos (63) o de otros
factores. En concreto, al buscar las causas de este desorden, la familia y el
educador tendrán en cuenta primeramente los elementos de juicio propuestos por
el Magisterio y se servirán de la contribución que diversas disciplinas pueden
ofrecer. Después se analizarán diferentes elementos: falta de afecto, inmadurez,
impulsos obsesivos, seducción, aislamiento social, la depravación de costumbres
y lo licencioso de los espectáculos y las publicaciones. Tendrán presente que en
lo profundo del hombre yace su innata debilidad, consecuencia del pecado
original, que puede desembocar en pérdida del sentido de Dios y del hombre y
tener sus repercusiones en la esfera de la sexualidad (64) .
103. Individuadas y comprendidas las
causas, la familia y el educador ofrecerán una ayuda eficaz al proceso de
crecimiento integral: acogiendo con comprensión; creando un clima de confianza;
animando a la liberación y progreso en el dominio de sí; promoviendo un
auténtico esfuerzo moral de conversión
hacia el amor de Dios y del prójimo; sugiriendo -si fuera necesario- la
asistencia médico-psicológica de una persona atenta y respetuosa a las
enseñanzas de la Iglesia.
104. Una sociedad permisiva que no ofrece
valores sobre los que fundamentar la vida, favorece evasiones alienantes a las
que son sensibles, en modo particular, los jóvenes. Su carga de idealismo choca
con la dureza de la vida originando una tensión que puede provocar, a causa de
la debilidad de la voluntad, una demoledora evasión en la
droga.
Este es un problema que se agrava cada
vez más y que toma aspectos dramáticos para el educador. Algunas substancias
psicotrópicas aumentan la sensibilidad para el placer sexual y, en general,
disminuyen la capacidad de autocontrol y, por tanto, de defensa. El abuso
prolongado de la droga lleva a la
destrucción física y psíquica. Droga, autonomía mal entendida y desorden sexual
se encuentran a menudo juntos. La situación psicológica y el contexto humano de
aislamiento, abandono y rebelión, en que viven los drogados, crean condiciones
tales que llevan fácilmente a abusos sexuales.
105. La intervención reeducativa, que
exige una profunda transformación interna y externa del individuo, es fatigosa y
larga porque debe ayudar a reconstruir la personalidad y sus relaciones con el
mundo de las personas y de los valores. Más eficaz es la acción preventiva. Esta
procura evitar las carencias afectivas profundas. El amor y la atención educan
en el valor, la dignidad y el respeto a la vida, al cuerpo, al sexo y a la
salud. La comunidad civil y cristiana debe saber acoger oportunamente a los
jóvenes abandonados, marginados, solos o inseguros, ayudándolos a inserirse en
el estudio y en el trabajo, a ocupar el tiempo libre ofreciéndoles lugares sanos
de encuentro, de alegría, de ocupaciones interesantes y proporcionándoles
ocasiones para nuevas relaciones afectivas y de
solidaridad.
En especial el deporte, al servicio del
hombre, posee un gran valor educativo no sólo como disciplina corporal, sino
también como ocasión de sana distensión en la que el sujeto se ejercita en
renunciar a su egoísmo y a competir
con los otros. Sólo una libertad auténtica, educada, ayudada y promovida,
defiende de la búsqueda de la libertad ilusoria de la droga y del
sexo.
CONCLUSIÓN
106. De estas reflexiones se puede
concluir que, en la actual situación sociocultural es urgente dar a los niños, a
los adolescentes y a los jóvenes una positiva y gradual educación
afectivo-sexual, ateniéndose a las disposiciones conciliares. El silencio no es
una norma absoluta de conducta en esta materia, sobre todo cuando se piensa en
los numerosos "persuasores ocultos" que usan un lenguaje insinuante. Su influjo
hoy es innegable, por tanto, corresponde a los padres vigilar no sólo para
reparar los daños causados por intervenciones inoportunas y nocivas, sino,
especialmente, para prevenir a sus hijos ofreciéndoles una educación positiva y
convincente.
107. La defensa de los derechos
fundamentales del niño y del adolescente para el desarrollo armónico y completo
de la personalidad conforme a la dignidad de hijos de Dios, corresponde en
primer lugar a los padres.
La maduración personal
exige, en efecto, una continuidad en el proceso educativo protegido por el amor
y la confianza propias del ambiente familiar.
108. En el cumplimiento de su misión la
Iglesia tiene el deber y el derecho de atender a la educación moral de los
bautizados. La intervención de la escuela en toda la educación, y
particularmente en esta materia tan delicada, debe llevarse a cabo de acuerdo
con la familia. Esto supone en los educadores, y en aquellos que intervienen por
deber explícito o implícito, un criterio recto acerca de la finalidad de su
intervención y la preparación adecuada para poder exponer este tema con
delicadeza y en un clima de serena confianza.
109. Para que la información y la
educación afectivo-sexual sean eficaces, deben efectuarse con oportuna
prudencia, con expresiones adecuadas y preferiblemente en forma individual. El
éxito de esta educación dependerá, en gran parte, de la visión humana y
cristiana con que el educador presentará los valores de la vida y del
amor.
110. El educador cristiano, sea padre o
madre de familia, profesor o de alguna forma responsable, puede, hoy sobre todo,
sentir la tentación de remitir a otros un deber que exige tanta delicadeza,
criterio, paciencia y esfuerzo y que requiere también mucha generosidad y empeño
por parte del educando. Por tanto, es necesario, al terminar este documento,
reafirmar que este aspecto de la acción educativa es, sobre todo, para un
cristiano, obra de fe y de confiado recurso a la gracia: todo aspecto de la
educación sexual se inspira en la fe y saca de ella y de la gracia la fuerza
indispensable. La carta de san Pablo a los Gálatas incluye el dominio de sí y la
templanza en el ámbito de cuanto el Espíritu, y sólo Él, puede realizar en el
creyente. Es Dios el que da la luz, es Dios el que comunica la energía
suficiente (65) .
111. La Congregación para la Educación
Católica confía que las Conferencias Episcopales promuevan la unión de los
padres, las comunidades cristianas y los educadores con miras a la acción
convergente en un sector tan importante para el futuro de los jóvenes y el bien
de la sociedad. Invito a asumir esta tarea educativa con recíproca confianza y
gran respeto de los derechos y competencias específicas para lograr una completa
formación cristiana.
Roma, 1 de noviembre de 1983, fiesta de
Todos los Santos.
William, Cardenal Baum,
Prefecto
Antonio M. Javierre, arzobispo titular de Meta,
Secretario
Notas
(1) Conc.
Ec. Vat. II: Decl. Gravissimum
educationis, n. 1.
(2)
Ibid.
(3) S. Congregación para la
Doctrina de la Fe: Declaración acerca de algunas cuestiones de ética sexual,
Persona humana, 29 diciembre 1975, AAS 68 (1976) p. 77, n.
1.
(4) Cf. Juan Pablo II, Ex.
Ap. Familiaris consortio, 22 noviembre 1981, AAS 74. (1982) p. 128, n.
37; cf. infra n. 16.
(5) Pío XI en su Encíclica
Divini illius Magistri, del 31 diciembre 1929, declaraba errónea la
educación sexual tal y como se hacía en su tiempo, es decir una información
naturalista, impartida precoz e indiscriminadamente, (AAS 22 (1930) pp.
49-86).
Con esta misma visión se debe leer el Decreto del S. Oficio del 31 de
marzo de 1931, (AAS 23 (1931) pp. 118-119). Sin embargo, Pío XI consideraba la
posibilidad de una educación sexual positiva, individual «por parte de aquellos
que han recibido de Dios la misión educativa y la gracia de estado», (AAS 22
(1930) p. 71). Este valor positivo de la educación sexual, señalado por Pío XI,
ha sido gradualmente desarrollado por los sucesivos Pontífices. Pío XII, en el
discurso al V Congreso Internacional de Psicoterapia y Psicología clínica del 13
de abril de 1953 (AAS 45 (1953) pp. 278-286) y en la Alocución a las Mujeres de
Acción Católica italiana del 26 de octubre de 1941 (AAS 33 (1941) pp. 450-458)
concreta cómo debe realizarse la educación sexual en familia. Cf. también Pío
XII a los Carmelitas: AAS 43 (1951) pp. 734-738; a los padres de familia
franceses; AAS 43 (1951) pp. 730-734) . El Magisterio de Pío XII prepara el
camino para la declaración conciliar Gravissimum
educationis.
(6)
Cf. Gravissimum educationis, n. 1.
(7)
Ibid.
(8)
Cf. Conc. Ec. Vat. II: Cons. Gaudium et
spes, n. 49.
(9)
Cf. Gravissimum educationis, n. 5.
(10)
Ibid; n. 3; cf. Gaudium et spes, n. 52.
(11)
Familiaris consortio, n. 37.
(12)
Ibid.
(13)
Ibid.
(14)
Familiaris consortio, n. 37.
(15)
Ibid.
(16)
Gaudium et spes, n. 11.
(17) Juan
Pablo II: Audiencia general 14 noviembre 1979, Insegnamenti di Giovanni Paolo
II, 1979, II-2, p. 1156, n. 4.
(18) Juan Pablo II:
Audiencia general 9 enero 1980, Insegnamenti di Giovanni Paolo II, 1980, III- I,
p. 90, n. 4.
(19) Juan Pablo II:
Audiencia general 20 febrero 1980, Insegnamenti di Giovanni Paolo II, 1980,
III-I, p. 430, n. 4.
(20) Juan Pablo II:
Audiencia general: 9 enero 1980, Insegnamenti di Giovanni Paolo II, 1980, III-I,
p. 90, n. 4.
(21) Ibid.: «Precisamente
atravesando la profundidad de esta soledad originaria, surge ahora el hombre en
la dimensión del don recíproco, cuya expresión —que por esto mismo es expresión de su
existencia como persona—
es el cuerpo humano en toda
la verdad originaria de su masculinidad y feminidad. El cuerpo que expresa la
feminidad «para» la masculinidad, y viceversa, la masculinidad «para» la
feminidad, manifiesta la reciprocidad y la comunión de las personas. La expresa
a través del don como característica fundamental de la existencia
personal».
(22) Cf. Juan Pablo II:
Audiencia general 26 marzo 1980, Insegnamenti di Giovanni Paolo II, 1980, III-I,
pp. 737-741.
(23) Cf.
Gaudium et spes, n. 49.
(24) Ibid., n.
12.
(25) Ibid., donde se
comenta el sentido social de Gen, 1, 27.
(26) Ibid., nn.
47-52.
(27) Juan Pablo II:
Audiencia general 20 febrero 1980, Insegnamenti di Giovanni Paolo II, 1980,
III-I, p. 429, n. 2.
(28)
Gaudium et spes, n. 22.
(29) Ef 4, 13.
(30) Cf. Mt. 19,3-12.
(31) Cf. 1 Cor. 7,32-34.
(32) Ibid., 13,4-8; cf. Familiaris consortio, n.
16.
(33) Cf.
Conc. Vat. II: Cons. Lumen gentium, n. 39.
(34) S. Congregación para
la Educación Católica: Orientaciones para la educación en el celibato
sacerdotal, 11 abril 1974, n. 22.
(35) Cf. 1 Cor. 6, 15. 19-20.
(36) Cf. Rom. 7, 18-23.
(37)
Gaudium et spes, n. 52, cf. Familiaris consortio, n. 37.
(38) Cf.
Familiaris consortio, n. 37.
(39) Cf
Gravissimum educationis, nn. 3-4; cf. Pío XI, Divini illius
Magistri, I. c., pp. 53ss., 56ss.
(40) Cf.
Familiaris consortio, n. 11.
(41)
Familiaris consortio, n. 16.
(42) Cf. Pablo VI, Enc.
Humanae vitae, 25 julio1968, AAS 60 (1968) p. 493ss., n.
17ss.
(43)
Gaudium et spes, n. 48.
(44) Cf Humanae
vitae, n. 10.
(45)
Familiaris consortio, n. 33. Respecto a la actual propaganda contraceptiva tan
ampliamente difundida, cf. Humanae vitae, nn.
14-17.
(46) Cf.
Gaudium et spes, n. 26; cf. Humanae vitae, n.
23.
(47) Juan Pablo II,
Mensaje para la XIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 23
mayo 1979, AAS 71 (1979-II) p. 930.
(48)
Conc. Ec. Vat. II: Decr.
Inter mirifica, n. 10; cf. Comisión Pontificia para las Comunicaciones
Sociales: Inst. past. Communio et
progressio, AAS 63 (1971) p. 619, n.
68.
(49) Cf. Juan Pablo II,
Mensaje para la XIII Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales, 23
mayo 1979, AAS 71 (1979-II) pp. 930-933.
(50) Inter mirifica,
n. 12.
(51) Familiaris
consortio, n. 32.
(52) Cf. supra n. 58.
(53) Cf. 1 Cor.
13,5.
(54) Mt.
19,5.
(55) Humanae vitae,
AAS 60 (1968) p. 486, n. 9.
(56) Cf. Persona
humana, n. 7.
(57) Ibid., n. 9.
(58) Ibid.
(59) Ibid.
(60) Ibid. pp. 85-87, n. 9.
(61) Orientaciones para
la educación en el celibato sacerdotal, n.
63.
(62) Persona humana,
n. 8.
(63) Cf.
Ibid.
(64) Cf. Rom.
1,26-28; Cf., por analogía, Persona humana, n. 9.
(65) Cf. Gál. 5,
22-24.